Entrevista a Joel Celaya (del temblor a la pantalla grande)
Actor mexicano originario de la Ciudad de México, Joel Celaya ha convertido la adversidad en impulso. Tras perder su hogar en el seísmo de 2017, lejos de rendirse, se aferró a su vocación artística y comenzó a presentarse a audiciones en producciones internacionales. Poco a poco, su nombre empezó a ganar terreno.
EnlaceNota sobre Joel Celaya
Con esfuerzo y una profunda pasión, llegó a Hollywood, donde cursó un máster en actuación y firmó con la agencia Rage Talent. Desde entonces, ha participado en más de 20 proyectos —entre cortos, series y teatro— y ha sido parte de más de 10 festivales internacionales.
Su versatilidad, carisma y dedicación lo han convertido en un talento emergente que no pasa desapercibido. Joel Celaya representa el poder de la perseverancia, la fe y los sueños bien trabajados. Esta entrevista es un acercamiento íntimo a su historia, sus aprendizajes y su visión del futuro en la actuación.
Joel, después de la experiencia tan impactante que viviste durante el sismo de 2017, ¿cómo encontraste la fortaleza para no solo seguir adelante, sino también continuar persiguiendo tu sueño de actuar?
Sí, me preguntabas de dónde saqué la fuerza, honestamente, fue gracias a Dios y al amor de las personas que me rodean. El sismo fue devastador. Vivía en un edificio cerca de la Colonia del Valle, y el edificio de enfrente se desplomó. El mío quedó inhabitable. Perdí vecinos, amigos… fue una tragedia. Estuve semanas sin dormir, con un estrés tremendo. Pero en medio de ese caos, encontré paz al orar. Pensé: “Sigo vivo. Si estoy aquí, es por algo”.
Fue como un despertar. Sentí que, si ya había pasado por algo tan aterrador, ¿qué más podía detenerme? Uno de mis mayores temores era hacer audiciones, y decidí enfrentarlo. Empecé a presentarme, quedé en cortometrajes, comerciales… y mi carrera comenzó a tomar forma.
También fue clave el apoyo de mi familia y mi comunidad en la iglesia. Me quedé literalmente sin ropa, pero ellos me ayudaron tanto que terminé con más de la que tenía antes. Así que sí, fue durísimo, pero también fue el inicio de una nueva forma de vivir, sin miedo.
Hablando de familia, ¿qué papel ha jugado en tu desarrollo artístico?
Definitivamente, mi familia ha sido un pilar fundamental en mi camino como actor, y en especial quiero destacar a mi papá, Gabriel. Su apoyo ha sido clave, no solo emocionalmente, sino también en lo práctico. Él trabajó en Televisa durante los años ochenta y noventa, haciendo animación por computadora y postproducción, cuando todo eso era muy nuevo en México. Así que ya traía una experiencia valiosa en el medio audiovisual.
Lo más bonito es que hoy en día trabajamos en equipo. Él me ayuda a editar mis cortometrajes, los castings que grabo y también el contenido que subo a redes sociales. Tiene un gran ojo y un sentido técnico que me complementa muchísimo.
Como dirías en España “me viene de casta” sí, creo que algo de eso hay. Pero más allá de lo heredado, ha sido su entrega, su tiempo y su entusiasmo lo que me ha motivado a seguir adelante. Tener a alguien tan cercano creyendo en mí ha marcado una gran diferencia.
¿Crees que la industria estadounidense entiende a los actores mexicanos? ¿Sientes que apoya su forma de trabajar?
Es una excelente pregunta, pero yo la reformularía: ¿los actores mexicanos entendemos realmente cómo funciona el mercado estadounidense? Lo digo desde mi propia experiencia. Al llegar, comprendí que se trata de una industria completamente distinta, con reglas muy específicas que hay que aprender. Desde las fotos para audiciones, que aquí deben mostrar distintos matices de personalidad —alegre, formal, dramático— hasta la forma en que te presentas, todo cambia. En México te piden una imagen neutra; en Estados Unidos, quieren ver tu rango actoral. También es clave entender el concepto de marketability: cómo te posicionas, cómo influyen tus redes sociales. Yo lo aprendí a golpe y porrazo. Dicho eso, sí creo que Hollywood entiende a los actores mexicanos, y de hecho, muchos profesionales en la industria son hispanos. Pero lo fundamental es que nosotros, como actores que nos integramos, aprendamos cómo funciona su sistema para poder destacar en él con autenticidad y estrategia.
¿Tienes referentes que te hayan inspirado en tu carrera como actor? ¿Qué figuras del cine o la televisión admiras y por qué?
Sí, tengo muy claros algunos referentes que me inspiran muchísimo. Uno de ellos es Diego Luna. Lo admiro porque su carrera comenzó en México, haciendo televisión y cine, y fue creciendo hasta consolidarse como una figura internacional. Hoy está protagonizando “Andor”, una serie de Star Wars, cuya segunda temporada está por estrenarse. Me parece increíble cómo ha logrado mantenerse fiel a sus raíces mientras triunfa en un universo tan grande como Hollywood.
Otro referente importante para mí es Eugenio Derbez. Muchos lo conocimos por su trabajo como comediante en Televisa, pero él no se quedó solo en actuar: también escribió, dirigió y produjo. Eso le abrió muchas puertas. Desde mediados del año 2000 ha trabajado en Estados Unidos, y hoy es común ver sus películas en plataformas como Disney+, Prime Video o Netflix.
Me inspira ver cómo ambos rompieron barreras, demostrando que los actores latinos tienen mucho que ofrecer a nivel internacional.
¿Crees que la presencia física y la apariencia influyen en la carrera de un actor?
Definitivamente influye, pero también es algo que se puede aprender y trabajar. Sí, tener buena genética ayuda, claro, pero hay muchas herramientas que uno puede desarrollar. En la actuación, vas aprendiendo no solo a interpretar personajes, sino también a cuidar aspectos técnicos como el peinado, el maquillaje, cómo posar, cómo hablar, cómo moverte. Todo eso suma.
Recuerdo que en mi primer día en la escuela de actuación nos hicieron estar de pie durante dos horas y media. Solo eso: aprender a estar de pie con presencia, sin cansarte. Puede parecer simple, pero esa postura cambia completamente cómo te perciben. Una buena presencia, una postura firme, hace que te reconozcan en medio de una multitud.
También aprendes a caminar, a sentarte, a mirar de otra forma. Y aunque es cierto que hay un mercado para quienes no tienen la belleza tradicional, sigue habiendo una ventaja para quienes proyectan seguridad y porte. Al final, más allá de lo físico, lo que realmente resalta es la presencia. Eso se entrena, y sí, marca una gran diferencia en la carrera actoral.
¿Estarías dispuesto a transformar drásticamente tu físico por un papel? Por ejemplo, ¿subir o bajar muchos kilos, raparte o teñirte el cabello, si el personaje lo requiere?
Sería un reto interesante, sin duda. Ya me ha tocado hacer cambios físicos por algunos personajes y la verdad es que ha sido divertido y parte del proceso. Pero también creo que hay que ser muy prudente con el cuerpo, porque al final, es el instrumento principal del actor.
Modificarlo tiene sus límites, especialmente cuando ya estamos hablando de cambios extremos como subir 20 o 30 kilos. En ese caso, yo lo pensaría con mucho detenimiento. Más allá del reto actoral, hay implicaciones de salud que no se pueden ignorar.
Si me ofrecieran un papel así, lo analizaría bien, porque también hay muchos actores con el perfil físico adecuado que podrían hacer un gran trabajo. No se trata solo de demostrar que uno puede hacerlo todo, sino de ser conscientes y responsables.
Estoy abierto a transformaciones, sí, pero siempre evaluando el impacto a largo plazo. La pasión por actuar es enorme, pero también lo es la responsabilidad con uno mismo.
¿Cuál sería el papel de tu vida? ¿Qué tipo de personaje te gustaría interpretar? Y ya que estamos, ¿te sientes más cómodo en el cine o en el teatro?
Sí, claro que hago teatro. De hecho, soy actor de formación teatral. Siempre digo que el cine es como la novia: es emocionante, te ilusiona, te dan ganas de casarte con ella, pero el teatro es como la casa de mamá: siempre vuelves, porque ahí está la calidez, la raíz, la comida que te reconforta. Amo el teatro profundamente, pero crecí viendo cine, así que es el medio que más me llama.
En cuanto al papel de mi vida, tengo uno clarísimo: interpretar a un Jedi en Star Wars. Suena muy cliché, lo sé, pero yo crecí viendo esas películas y soñando con estar ahí. Fui gimnasta en la preparatoria, aprendí esgrima en la escuela de actuación, y he trabajado muchas habilidades físicas que, en mi mente, siempre iban dirigidas a ese universo. Ser parte de esa franquicia, con todo su peso simbólico y cultural, sería cumplir un sueño de infancia… y también un reto actoral y físico maravilloso.
¿Qué opinas del cine español?
El cine español me parece increíble, pero lo que realmente me ha sorprendido en los últimos años es el crecimiento de sus series. La calidad, la narrativa, las actuaciones… han sido impresionantes. Soy fan de La Casa de Papel, como muchísima gente en todo el mundo. Además, recuerdo que mi mamá y yo solíamos ver juntos El Secreto del Puente Viejo, una serie que duró muchísimos años en España. Llegamos a ver más de ochocientos capítulos. Admiro mucho lo que se está haciendo ahora; el nivel es extraordinario. Me encanta seguirle la pista a actores de esas series, como Úrsula Corberó, que ya está trabajando en proyectos en Hollywood. De verdad, mis respetos. Yo también escribo y dirijo, y sería un honor algún día participar en el Festival de San Sebastián. Es un evento importantísimo para el cine internacional. Sería un sueño hecho realidad.
¿Qué consejo le darías a los actores que están empezando y que sueñan con internacionalizar su carrera, especialmente en mercados como Hollywood?
Les diría que sueñen en grande y trabajen aún más duro por esos sueños. Esta es una buena vida, diseñada para ser buena, pero hay que atreverse a hacer lo necesario para alcanzarla. A los actores españoles les aconsejaría nutrirse: explorar cómo se hacen las cosas fuera, especialmente en Estados Unidos. El cine y la industria funcionan diferente allá, y entender esas diferencias es fundamental. Aquí, por ejemplo, a los actores extranjeros se les ve como “el sabor étnico”, como una aportación distinta al elenco, y eso abre puertas. Pero hay que saber venderse, tener claro que no está mal querer ganar dinero ni buscar oportunidades comerciales. Estar dispuesto a transformarse, a adaptarse, es clave. Siempre habrá un espacio para quien traiga algo nuevo, pero hay que saber aprovecharlo.
Hasta la fecha, el único actor mexicano que ha ganado un Oscar es Anthony Quinn. Lo logró no una, sino dos veces. No puedo evitar imaginar que, algún día, Joel Celaya podría seguir ese mismo camino. Sería un orgullo inmenso decir que tuve el privilegio de conversar con él antes de que el mundo entero reconociera su talento. Porque Joel no solo es un actor preparado, con carisma y una presencia arrolladora; es, sobre todo, un alma luminosa que inspira con su historia y su entrega. Estoy segura de que su momento llegará, y cuando lo haga, será imposible no celebrar su éxito como algo propio. Ojalá el mundo lo descubra pronto… porque nosotros ya lo hicimos.